¿Sabías que la base del trabajo en toda empresa no es sólo el individuo sino los equipos y los procesos que conforman la organización?

En primer lugar, porque la efectividad del equipo va más allá de las competencias individuales, la forma en que cada uno participa y colabora activamente en la construcción de un equipo mediante la coordinación de sus acciones con los otros, es lo que produce la llamada “sinergia” que implica que el todo (en este caso el equipo) es más que la suma de sus partes.

Por eso, los primeros pasos necesarios para la conformación de un equipo de trabajo es un proyecto en común. Los proyectos establecen una identidad compartida (un para qué), fija metas comunes, declara la visión, crea contextos de confianza y diseña comunicaciones efectivas orientadas a coordinar acciones.

Además, no podemos ser un equipo si no estamos comprometidos con los objetivos del equipo. Cada uno puede reflexionar y distinguir sus propias fortalezas y debilidades, pero la forma de aprovechar mejor las oportunidades y de sortear obstáculos, debería ser grupal.

En este aspecto, ¿qué rol juegan los líderes en todo este proceso? Toda forma de liderazgo implica el abandono de una visión individualista y estrecha. Involucra el retorno del individuo a su ser social. Los líderes son diseñadores de estados de ánimo, contribuyen en la construcción de la identidad del equipo y son decisivos para determinar lo que un equipo será capaz de lograr.

La presencia de líderes en los equipos no implica la predominancia de ciertas individualidades sobre otras. Un “líder que sirve” es aquel capaz de generar confianza, dar dirección y potenciar el compromiso.

¿Qué líderes necesitamos? Necesitamos líderes que sean efectivos, capaces de marcar la diferencia, entrenadores del desempeño e incentivadores de nuevas ideas, nuevos caminos. Estos líderes tendrán competencia para coordinar a su gente en torno de una meta común, buscando que compartan una misma visión.